Hallo!
¿Cómo estáis hoy? Ya llevamos aquí un mes y hemos aprendido todo lo relacionado a tres clases de entrenadores, y ahora entramos en la recta final, en las últimas tres clases de esta sección.
Hoy le ha llegado turno a aquellos que representan un problema para los entrenadores, la sociedad, y todos en general: Los Chicos Malos (Punks), y los Macarras (Street Thugs).
Los Macarras y los Chicos Malos son dos clases diferentes, pero vamos a analizarlas de manera conjunta para concretar un poco más en un problema bastante mayor y muy poco mencionado en el mundo Pokémon: la delincuencia.
Un mundo perfecto
Parándonos a pensar, la ambientación de Pokémon está muy cerca de ser considerada utópica, un auténtico paraíso en la tierra. No hay apenas enfermedades naturales (las únicas menciones a enfermedades son la que sufre nuestro rival en la tercera generación, y las causadas por los Pokémon, ya sea de manera directa o indirecta). La tecnología avanza a pasos agigantados, resolviendo problemas antes de que siquiera lleguen a existir. Los Pokémon son utilizados como una mano de obra mucho más eficaz que la mayoría de humanos (véase los Machoke realizando trabajos brazales en Oro y Plata, o el uso de Chansey y Audino auxiliando a las enfermeras Joy en el anime).
Todo esto produce una estagnación económica muy grave y muy rápidamente, sin dejar apenas margen a una posible recuperación. Para poner un ejemplo, imaginaos que mañana se inventa una nueva máquina capaz de realizar el 30% de los trabajos en los que hay trabajadores humanos no muy especificados, sin apenas coste. Se tardaría muy poco en implementar, su coste sería muy reducido, y en cuestión de poco tiempo, ese 30% sería totalmente arrasado. Ahora imaginad que, en vez de 30%, estamos hablando de casi un 90%. Salvo algunas profesiones muy especializadas, parece que todo lo demás lo puedan hacer los Pokémon, con una mínima supervisión. Un Centro Pokémon podría funcionar perfectamente con tan sólo una persona humana supervisando todo, ya que entre la tecnología disponible y los Pokémon que allí trabajan bajo su mando, no habría necesidad de contratar a nadie más.
Por supuesto que esto tiene sus ventajas e inconvenientes, pero por hoy, vamos a centrarnos en lo malo: El descontento que esta situación genera.
Pocas opciones
Hemos llegado a la conclusión de que, salvo contados ejemplos, tu empleo peligra si vives en el mundo de Pokémon. Si a eso sumamos el aumento de la natalidad que vemos en los juegos (hay una cantidad de niños mucho mayor que de adultos), tenemos otro problema mayor aún: Tendrás una opción de empleo para, por ejemplo, 15 niños. Si a eso le sumas que a lo mejor las opciones que tienes no son de su agrado, lo que obtienes es una generación de jóvenes que no sabe muy bien qué hacer, no tiene muchas opciones de futuro, y está acorralada.
Sí, lo sé: «como pueden pensar en eso habiendo Pokémon». El caso es que a nosotros nos parece algo impresionante la existencia de los Pokémon, pero para ellos es algo mundano. Les causa la misma impresión poder tener un Flareon, que a nosotros ver un Golden Retriever. Es una parte natural del mundo a la que ya se han acostumbrado.
En un entorno como ese, la adolescencia representa un paso mayor incluso que el que supone en nuestra sociedad. La rebeldía aflora, y estos jóvenes tienen muchos motivos para estar cabreados. Si nos fijamos, tanto los Chicos Malos como los lacayos de los equipos malvados de cada región, parecen ser chicos jóvenes, de entre 15 y 20 años. No saben muy bien qué hacen ni porqué lo hacen, pero tienen que hacer algo, y eso es todo lo que saben hacer. No todo el mundo tiene madera para ser científico, por ejemplo, pero llevan casi una década entrenando Pokémon y usándolos para combatir. Y aunque perseguir una carrera como entrenador profesional siempre es una opción, ya hemos debatido en esta misma columna sobre cómo funciona en realidad, y lo poco viable que es. ¿Si estás cabreado, te ves en un mundo sin opciones que te gusten mucho, y desde pequeño estás acostumbrado a utilizar rifles, qué harías? ¿Te convertirías en tirador olímpico?
Organización
Vale, entonces ya hemos entendido las causas de la delincuencia en el mundo Pokémon, y como llega un entrenador a plantearse la vida del crimen. Y aquí es donde más se aprecia la diferencia entre las dos clases que analizamos hoy: La organización. Explicándolo de manera sencilla, los Chicos Malos no están organizados, y los Macarras sí.
A lo largo de los juegos, los encuentros que tenemos con los Chicos Malos son siempre esporádicos y aislados. A veces llegamos a un punto del mapa dónde hay una pequeña concentración de ellos (alcantarillas, recintos abandonados, callejones oscuros…) pero parecen reunirse más por afinidad que por estrategia. Simplemente son un grupo de tres o cuatro jóvenes con los que te cruzas, y te desafían. El único ejemplo constatable de una agrupación mayor y organizada se encuentra en el hotel abandonado de la ruta 16 de Kalos, un punto que es mencionado varias veces por los personajes del juego como una zona problemática y qué deberíamos evitar.
En el fondo, es tan sólo un grupo que ha encontrado un lugar aislado en el que estar tranquilos para hacer lo que más les guste -hacer acrobacias en patines y hablar con faltas de ortografía, yo que sé- y que no suponen mayor problema juntos del que supondrían por separado. Pero el miedo es comprensible, y ahí es donde entran los Macarras: Mientras los Chicos Malos son simplemente jóvenes delincuentes, los Macarras ya son calificables de criminales. De hecho, la traducción de su nombre en inglés es literalmente ‘delincuente’, y en la versión japonesa, ‘hombre que da que da miedo’. Su apariencia es una representación estereotipada de los criminales japoneses y de lo que ellos considerarían ‘delincuente’.
Aunque no se les atribuye oficialmente ningún crimen grave, hay varios indicios que así lo hacen creer. El primero de ellos es la vestimenta. Frente a los Chicos malos, que tan sólo visten de manera estrafalaria y de acuerdo a su personalidad rebelde, los Macarras -y su contraparte femenina- parecen formar parte de una banda organizada. Las ropas holgadas y el chaleco con el emblema de Plusle/Minum tienen un diseño muy similar al que utilizan las bandas delincuentes japonesas (una mascota, cintas) o incluso algunas occidentales como los Crips de la costa oeste estadounidense o los Latin Kings de Sudamérica (estrellas, coronas, esquema de colores específico de la banda, etc). En algunos diálogos mencionan «jefes», y parecen bastante más agresivos que los Macarras. Desafortunadamente, al tratarse de una clase tan nueva -fue introducida en la sexta generación- carecemos de material en el que basarnos para especular o argumentar más sobre ellos.
También es interesante mencionar que en Rubí Omega y Zafiro Alfa encontramos una cantidad considerable de Macarras en un restaurante que no les agrada nada, donde parecen estar buscando bronca deliberadamente.
El fin del camino
Es difícil saber que ocurre con los delincuentes del mundo Pokémon. Lo lógico es suponer que a) ascienden y se convierten en jefes de sus respectivas bandas; b) acaban derivando a otro tipo de ‘forajidos’ y parias sociales, como los Moteros (Bikers) o los matones de algún equipo maligno; c) eventualmente, son reincorporados a la sociedad a través de algún sistema penitenciario que desconocemos. Por lo menos en Teselia (Unova), sí que parece haber un sistema penitenciario, cómo podemos comprobar con la trama de Ghetsis y los Siete Sabios.
En estos casos, por lo general, ocurre alguna tragedia en la vida de estas personas que las hace recapacitar y cambiar de vida, o lamentablemente, la tragedia les ocurrirá a ellos. Para no terminar el artículo de manera tan seria, os recuerdo al hombre del Team Rocket que se fue a Teselia (Unova) con la intención de montar allí una nueva banda criminal pero se enamoró y se casó, o a la pareja de matones del Team Magma y Team Aqua que dejan a un lado sus diferencias para dejar paso al amor.
¡Y esto es todo por hoy!
Como entramos en la recta final de la columna, he pensado prepararos dos sorpresas para despedir a la sección. En primer lugar, el artículo de la semana que viene será totalmente sorpresa, y no os doy ninguna pista de su contenido. Ninguna. Nada. None. Nenhuma. Zilch. Zero.
Y la segunda es que el último artículo, que será publicado el día 24 de este mismo mes, será basado en una clase elegida por… ¡vosotros! Dejad en los comentarios cuál os gustaría que fuera la clase afortunada para la investigación, y todos los votos que cuente desde hoy hasta el jueves 17, valen. Ese día cierro las votaciones y me pongo manos a la obra con el último artículo de la columna.
Las únicas reglas son que no vale repetir ninguna de las 5 clases que ya ha salido aquí (Líderes de Gimnasio, Chicas Kimono, Domadragones, Macarras, y Chicos Malos), y también quedan descartados los Campeones, que ya tienen su artículo escrito para el próximo año [si hay columna].
Ah! Y no, no os preocupéis, que de ninguna manera vais a elegir para el último número la misma clase que elegí yo para el artículo de la semana que viene 😉
Id preparándoos para despediros oficialmente del verano, y con él, de la columna de Analizando a las Clases de Entrenadores.
Cuidaros mucho hasta la semana que viene, ¡y a votar!